Crónicas ancestrales:

EZEQUIEL Y LAS NAVES DE DIOS




Por Patricio BORLONE (*)





VIÑA DEL MAR, Chile (EUROLATINNEWS)- La época de los profetas ya pasó, hoy solo viven en los textos sagrados. No cabe duda que aquella lectura tiene en sus capítulos y versículos varios elementos que podrían interpretarse y hacer pensar -sin tener la intención de molestar ni incomodar a persona alguna- que los dioses que llegaron del cielo, arribaron en algún tipo de transporte especial, que los condujo a su arbitrio a lugares destinados. Lo señala la Biblia.

Son muchos los estudiosos de los textos sagrados que no hayan sido indiferentes a las interpretaciones entregadas y a los ejemplos que se pueden exhibir en esta nota.

Ezequiel, sacerdote hebreo, de profunda fe y brillante imaginación, vivió durante el siglo VI a.C.

Fue llevado cautivo a Babilonia por Nabucodonosor, pero posteriormente, a los treinta años, se comenta que fue llamado por Dios para ser profeta. Escribió “El libro de Ezequiel”, que está dividido en cuatro secciones y que lo redactó en un giro del idioma caldeo, no para la comprensión de todo el mundo, sino para los llamados “iniciados”.

En él, detalla en forma clara -entre otras cosas- su visión y su punto de vista de cómo los “dioses descendieron del cielo” en “carrozas y torbellinos, grandes nubes, ruidos de ríos, truenos y mucho humo”

¿Qué es lo que realmente vio Ezequiel? (Ezequiel 1: 1-17).

Los exegetas, aquellos que explican los libros sagrados de las escrituras y se atienen a su interpretación, explican estas visiones de Ezequiel como erupciones volcánicas, grandes tormentas o efectos meteorológicos de la época. Pero, a decir verdad, la impresión que dejan estas visiones, al leerlas, están más cercanas de un perfecto aterrizaje de algún artefacto volador, que a efectos directos de la naturaleza.

¿Un volcán en el monte Sinaí?

En Ezequiel 1: 25-28, el relato pareciera ser claro al contener descripciones desconcertantes del profeta. Realmente, sorprende con la reseña de la extraña aparición que se le presenta a orillas del río Chebar, en Caldea Por ejemplo, en 1: 4, dice: “Entonces vi que del norte venía un viento huracanado; de una gran nube salía un fuego como de relámpagos y en derredor había un fuerte resplandor.

En medio del fuego brillaba algo semejante al metal bruñido”.

En Ezequiel 10: 9-19, describe con sus propias palabras un extraño objeto, en (13): “Yo mismo oí que a las ruedas también les daban el nombre de carro”.

(15) “Estos seres son los mismos que yo había visto junto al río Quebar”.
Otra descripción de lo que vio Ezequiel dice: “…sus piernas eran rectas, y las plantas de sus pies eran redondas como las del toro, y relucían como bronce en ignición…”.

Una variedad de expertos aeronáuticos y aeroespaciales han estudiado este tema cuidadosamente, entre ellos el ingeniero retirado de la NASA Josef Blumish, de quien se conocen mundialmente sus trabajos publicados, vislumbra en esta manifestación de Dios o “teofanía”, (Aparición o manifestación de un dios o de Dios al hombre), el descenso de un medio espacial dotado de cúpula, ventanas y rotores desde donde salen cuatro seres de forma humana, a los que él llama ángeles.

Blumish ideó y construyó una réplica de la posible nave de Ezequiel y la presentó como un trabajo a expertos internacionales y ecuménicos, que según agregan eruditos, hasta podría volar.

Otro ingeniero de la NASA, Roger Anderson, ideó un proyecto configurando un cuerpo central en forma de trompo, transportado por cuatro helicópteros, dotado de algún propulsor o cohete, compartimientos de aire y otro para almacenar carburante.

El conductor iría en una cúpula en la parte alta de la peonza o forma de trompo al revés.
Seguramente ese artilugio se desprendería de otro de mayor envergadura. Ambos ingenieros depositaron el modelo en la Oficina de Patentes de Estados Unidos y en teoría, hasta podría volar.

El real mérito se debe a Joseph Blumish con su hipótesis de alta credibilidad técnica-científica, al interpretar lógicamente y coherentemente el lenguaje casi técnico de Ezequiel.

Entonces, vale preguntarse… ¿Qué realmente vio Ezequiel? (*) PatricIo BORLONE, Escritor e Investigador residente en Viña del Mar, Chile


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